Llegué a un pueblo que realmente no lo había escuchado en mi vida de nombre Turballos, situado a las afueras de Alcoy.
Un pueblo con muy pocos habitantes, pero como una gran familia, íbamos como turistas a pasar el fin de semana a un retiro de un gran y queridísimo amigo.
Entramos a la casa donde nos correspondía dormir, era como un albergue, todo anticuado, pero para nosotros era perfecto.
Un pueblo con muy pocos habitantes, pero como una gran familia, íbamos como turistas a pasar el fin de semana a un retiro de un gran y queridísimo amigo.
Entramos a la casa donde nos correspondía dormir, era como un albergue, todo anticuado, pero para nosotros era perfecto.
Fue muchísima gente de todas partes y se amplio esa familia.
Las casas eran hechas de piedras como antiguamente con su pequeña iglesia, su pequeña granja de gallinas y gallo, patos, burros, ranas y muchos gatitos como en cualquier pueblo. Tiene columpios de madera y sus callejuelas decoradas por macetas de flores que tenían puesta en cada ventana de la casa, y un gran terreno de olivos.
Tiene algo mágico, que inspira a la paz, a pararte en cada paso que das a observar, a no perder ni un detalle de cada rincón, a oler el aroma de las plantas, del café de cada mañana como si fuera la primera vez, pero olía a algo más que me hizo sentir de nuevo que estoy viva, era el aroma del verdadero amor que entre todos creamos desde el minuto uno.
Tiene algo mágico, que inspira a la paz, a pararte en cada paso que das a observar, a no perder ni un detalle de cada rincón, a oler el aroma de las plantas, del café de cada mañana como si fuera la primera vez, pero olía a algo más que me hizo sentir de nuevo que estoy viva, era el aroma del verdadero amor que entre todos creamos desde el minuto uno.
Aquella noche nos acompañó la luna llena con sus estrellas, estaba tan resplandeciente como siempre, pero esa noche tenía una luminosidad y un mirar que te cautivaba con su belleza, pero todo esto no fue lo mejor de ese fin de semana.
Al día siguiente nos esperó el amanecer, el canto del gallo, el despertar y ver que aún te espera un gran día con la familia creada en Turballos, un desayuno en compañía, unas risas y una mañana muy emotiva de grandes sentimientos, de ver que todos eramos uno en los momentos más trágicos y como se supera esos retos haciendo de todos un único cuerpo de energía, de fuerza, de voluntad, y la gran amistad espiritual que nos quedó al final.
Al día siguiente nos esperó el amanecer, el canto del gallo, el despertar y ver que aún te espera un gran día con la familia creada en Turballos, un desayuno en compañía, unas risas y una mañana muy emotiva de grandes sentimientos, de ver que todos eramos uno en los momentos más trágicos y como se supera esos retos haciendo de todos un único cuerpo de energía, de fuerza, de voluntad, y la gran amistad espiritual que nos quedó al final.
Respirar una fragancia nueva
en un pueblo escondido,
observar sus calles silenciosas,
y andar por ese sendero
que lleva al hermoso lavadero.
Un gallo canta un nuevo amanecer,
la gente ya despierta sale a recibir
el sol naciente que se oculta
tras aquellas montañas,
que no esconde la belleza
acompañada de su fortaleza.
La campana del pueblo
les avisa que comienza
sus tareas diarias
de decorar el pueblo de vida
con solo ser y estar presente
en un recuerdo ya existente.
Las rosas con colores intensos,
una sonrisa dibujada en sus caras,
no existe el tiempo ni el grito
tan sólo el respiro de una inmensa paz
por eso te imagino, te pienso,
Turballos te llevo conmigo.
Gracias Turballos.
Gracias por ser y existir.
Un abrazo de luz.
Un abrazo de luz.
20 de mayo de 2019.
Ana Isabel Gil.
Ana Isabel Gil.

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